EL CUENTO DE LA ABUELITA


La llamada del jardinero


adaptación por Josefina Jones y c.a.s.p.e.r.

Recuerdo que era un día de invierno en Molina, esos que suelen ser bastante desolados. Las calles se llenan de silencio y a pesar de que es un pueblo pequeño, éstas se ensanchan y se alargan dejando solo el paso a la densa neblina que las recorre. El sol se escondía muy temprano y los trabajadores iban pronto a sus moradas.

Aquel día, el jardinero de nuestra casa había dejado todo listo, su jornada terminaba cerca de las 7 de la tarde y comenzaba a caer esa neblina cegadora. El frío congelaba las calles, ni un alma por más creyente en la cruz que fuera, se atrevería a caminar por ese trayecto tan desolador… ya comenzaba a oscurecer.

Yo veía por la ventana del comedor, que daba hacia el establo, como él guardaba sus herramientas. Cada día y tan minuciosamente como su fuera una obra de arte el desenvainarlas. Recuerdo que siempre era el chuzo lo primero en ser depositado en aquel cuarto, luego lo seguían la pala y sus tijeras.

Todas las noches cuando la oscuridad inundaba los campos de Molina, a éste hombre lo llamaba una voz que le decía: ¡Francisco Antonio, Francisco Antonio!.. pero él, por el temor que lo acorralaba al escucharla, nunca contestaba y solo pensaba en apurar el paso para llegar luego a destino. Así fue por mucho tiempo, ese sonido se metía en los huesos, le deformaba la cara y cada noche se hacia más fuerte al punto de marearlo. En muchas ocasiones lo desviaba del camino principal, llevándolo hacia las afueras del pueblo a altas horas de la madrugada.

Cierta noche decidió enfrentar a ese gruñido que lo atormentaba y que también lo seducía extrañamente. Y le dijo a la voz: ¡aquí estoy! -con tono seguro, pero detrás de ese suspiro colérico se leía el fervor del miedo que lo atacaba. La voz sin esperar prologo alguno le contesto: tráete un chuzo y una pala para desenterrar una llave que te hará ser el hombre más codiciado del pueblo, acompáñame es tu oportunidad Francisco!.

Francisco que toda la vida había trabajado en mi casa, se dejó seducir por la idea y se dirigió hacia aquel lugar y cuando se encontraba sacando una paila con plata, apareció un hombre de negro caliente, de olor a carne quemada. Lo arrastró sin compasión metros y metros, golpeándolo una y otra vez contra el duro suelo de campo, el cual quedó medio muerto. La voz del hombre le dijo: sino fuera por esa tonta que te dio esa imagen te hubiera llevado.

Al otro día, en vista que el joven jardinero no aparecía salieron a buscarlo, hallándolo en unas moras todo enredado, por suerte aún permanecía con vida. Las monedas de plata que había sacado de la paila se habían transformado en piedra. La imagen que llevaba en su pecho era un escapulario donde salía San Jerónimo, que yo misma le había regalado.

Toda la gente del lugar creyó que Francisco Antonio se había trastornado… ayer me despertó una voz que decía: maldita tonta, maldita!






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